[IIIº medio - Ensayo]
LA MÁSCARA DE LAS EMOCIONES
Nuestras emociones nos acompañan durante toda la vida de una manera
intensa y profunda. Sentimos estas emociones desde que somos bebés,
reaccionando ante estas a través de expresiones faciales y gestos tales como
una simple sonrisa cuando estamos felices, llanto cuando necesitamos algo e
incluso arrugando la frente cuando sentimos dolor. Sin embargo cuando llegamos
a la adolescencia, se nos hace difícil demostrarlas y terminamos guardando
nuestras emociones en un cajón cerrado o escondiéndolas detrás de una máscara
sonriente que no deja ver lo que sentimos realmente.
Podemos haber tenido un día terrible, nos fue mal en una prueba,
peleamos con un amigo, nos esforzamos en algo que no resultó como deseábamos, o
estar pasando por un momento difícil en nuestra vida por la muerte de un ser
querido, peleas entre nuestros padres, bullying, entre otros, pero escondemos
nuestras emociones y nos mostramos felices frente a la sociedad, cuando a veces
lo único que deseamos es llegar a nuestra casa para estar solos, poder abrir el
cajón y sacarnos la máscara para así soltar estas emociones que tenemos
guardadas, porque sabemos que nos hace peor reservárnoslas, pero aun así nos
cuesta expresarlas y contar lo que sentimos o estamos viviendo. Vamos en la
calle un día cualquiera por ejemplo y nos encontramos a un conocido que no
veíamos hace un tiempo, le preguntamos cómo está y responde que está muy bien. Nos alegramos por
él pero tiempo después nos enteramos que esa misma persona a la que veíamos con
una sonrisa en la cara y decía estar bien en realidad se estaba
escondiendo detrás de esta máscara que
nos impide mostrar lo que realmente estamos sintiendo y llegaba a su casa
llorando porque está pasando por un momento difícil en su vida que no lo hace
sentirse feliz. Y ¿a quién no le ha pasado?, pues nunca esperamos un “mal” por
respuesta. Y ahí es cuando nos preguntamos, ¿por qué nos cuesta expresar lo que
sentimos? O ¿por qué nos mostramos siempre sonrientes en público cuando en
realidad no lo estamos? Por miedo a ser criticados tal vez, o quizás para
pretender sentirnos bien y evadir el conflicto. A veces nos da miedo ser
rechazados por la sociedad o no sabemos en quien podemos confiar, lo que nos
conduce a actuar de tal forma y a convertirnos en personas introvertidas.
Personas que prefieren contarle a un pedazo de papel lo que sienten, porque sabemos
que ese pedazo de papel no nos va a criticar, y porque al final estamos
hablando de un “yo” a otro “yo”, y terminamos contándonos lo que estamos
viviendo nosotros mismos. Es por esto que Luis Pirandello (1946) afirma,
Vivimos en nosotros mismos, no solo tal como somos en la hora presente, sino también como lo fuimos en tiempos pasados. Vivimos todavía y sentimos con afectos y razonamos con pensamientos que tras un largo olvido están oscurecidos, apagados, cancelados en nuestra conciencia actual (…). (Pirandello, L., 1946).
Tras esto queda evidenciado que
nuestras emociones se ven desplazadas por esa máscara y cajón cerrado que no
nos permiten sacarlas a la luz y que incluso a veces nuestro propio pasado no
solo oscurece, cancela o apaga nuestros sentimientos, sino también los
encarcela.
Por otro lado, estamos las
mujeres. Las mujeres siempre hemos tenido miedo de usar faldas cortas, salir
solas a la calle, ser criticadas, entre otros miedos. Nos da miedo salir de
noche a la calle y al día siguiente no volver, porque sabemos lo que les ha
pasado a otras mujeres. Nos da miedo no poder expresar libremente nuestra
opinión porque somos criticadas, y aunque con el pasar del tiempo hemos logrado
un cambio, este miedo persiste en nosotras. Intentamos dejar de lado ese miedo,
pero aun así caminamos por donde haya harta gente que nos pueda ayudar en caso
de que algo pase o le pedimos a alguien que nos acompañe a nuestro destino,
preferentemente a algún hombre, ya que sabemos que cerca de ellos nos encontramos
más protegidas. Pero escondemos estos
miedos con la misma máscara con la que ocultamos la tristeza e incluso acompañada
de otros gestos. Y continuamos con una caminata firme, mirada segura, y nos
mostramos indiferentes ante las críticas de los demás. Lo mismo piensa Andrea
Palet, que afirma,
Las niñas tienen miedo. Siempre lo han tenido (al menos desde que se inventó la juventud, hace unos tres siglos) y siempre lo tendrán. Las jovencitas de doce, trece años, tienen miedo, y es tan natural que parece increíble que logren engañarnos con sus desplantes, sus faldas cortísimas, sus noviazgos precoces, la actitud de tedio y desdén con que pretenden conjurarlo. (Palet, A., 2012)
Queda absolutamente evidenciado
como estas jovencitas de entre doce y trece años esconden ese miedo constante
con actitudes desafiantes, faldas cortas, noviazgos, y la demostración de su
falta de interés frente a opiniones y críticas hacia ellas. Pero el miedo no se
va, este persiste, simplemente está escondido tras esta máscara estúpida que
tanto nos cuesta sacarnos y que nos persigue continuamente. Pero gracias a esta
máscara nos mostramos fuertes aunque no nos sintamos así.
En definitiva, las emociones o sentimientos tanto de los
adolescentes como de los adultos se encuentran escondidos detrás de una máscara
que nos muestra fuertes y sonrientes, o guardados en un cajón cerrado,
impidiendo que sean liberados hacia el exterior o demostrados a través de
nuestra expresión facial, pues no importa el momento por el que estemos
pasando, siempre decimos estar bien, aunque el otro sepa que no es así, y lo
hacemos por miedo a ser criticados y a veces para evadir el conflicto y
sentirnos a la vez mejor con nosotros mismos, aunque en realidad, nos esté
haciendo peor, pues no nos hace bien guardarnos lo que sentimos. E incluso en
algunas ocasiones es nuestro propio pasado el que oscureció o simplemente apagó
nuestras emociones y las dejó ahí, encarceladas para siempre, impidiéndoles ser
liberadas. Y es por esto que debemos retirar esta máscara, permitiéndonos así
resolver nuestros propios miedos y tristezas.
V. S.
Comentarios
Publicar un comentario